Tú sonríe, cabrón.

Me encanta tu sonrisa. Tan preciosa, tan imperfecta, tan blanca, tan llena de odio gracias a mí. Mandaré a la mierda tus "te quiero" como tú me mandaste a mí a la mierda. Cabrón, sonríe, sigue sonriendo.Sonríe cuando yo esté feliz, venga, inténtalo, porque sé que no podrás. Sonríe cuando yo abrace a otra persona, hazlo, no podrás. Sonríe cuando encuentre a alguien mejor, no lo soportarás. Sonríe cuando yo sea la ganadora. Ahora llora, llora porque yo sonrío.

Un juego de rol. {Parte II}

-Caroline, mi novia.
-Hola. - La voz de aquella chica penetró en los oídos de Caroline. Demasiado aguda, pensó Caroline, parece una puta Barbie.
-Ah, hola, encantada - respondió Caroline.
-Vaya... Os vais a llevar bien. - ¿Era eso un sarcasmo? Caroline sacó una barrita de chocolate del bolsillo y le pegó un mordisco.
-Me encantaría conocerla más - dijo aquella voz tan aguda -. ¿Y cómo es que salisteis juntos?
Caroline se atragantó con la barrita que estaba tomando.
-¿Perdona? - gruñó ella.
-No, cariño - dijo Vil entre risas -. Somos amigos, buenos amigos.
-Nunca nos hemos besado ni nada - argumentó Caroline guiñándole un ojo a Vil. La mirada de Vil se llenó de rabia cuando dijo eso.
-Cierto. Nunca lo haría, porque te quiero, cariño. - Vil besó a su novia en los labios con demasiada fuerza.
-Aún nadie me ha dicho cómo se llama - interrumpió Caroline.
-Yo también te quiero - dijo la novia con un hilo de voz mientras volvían a juntar sus labios. A Caroline la repelió ese gesto y volvió a centrarse en el chocolate. Gilipollas...

Queridos padres:

No quiero que "el hombre de mi vida" aparezca con un ramo de rosas en mi portal para que juntos nos vayamos al baile de fin de curso, que vaya con un esmoquin negro y una pajarita, un pelo de peluquería, ojos azules y pelo rubio y piel perfecta. Quiero a ese chico con tatuajes, ese incomprendido, esos ojos marrones, tan normales..., ese pelo despeinado, esa ropa tan informal y ese mal humor cuando se enfada, que no me lleve rosas, que me lleve en su moto a perdernos en el bosque. No quiero que me diga cada día que me quiere, sino que me lo demuestre. No quiero hacer el amor en una cama, quiero hacerlo donde sea, hasta en los probadores de una tienda de diseño.
Mamá, papá, éste es mi chico, sé que no os gusta, pero y qué. Me gusta que no os guste.

Dulces catorce.

Ese sentimiento de tenerlo todo y no tener absolutamente nada. De que el mundo esté a tus pies, tú puedas con todo. Aquí estoy. Un año más. Y qué. Que le den al destino que dijo que yo iba a morir. He aguantado otro año más. Podría haber muerto. No me creo capaz de llegar viva a los veinte. Y qué pasa si lo intento. Mis problemas podrían ser tu solución.

En la oscuridad.

Comparaba cada lágrima con un cuadro roto. Estaría destrozando el arte si seguía así. En esa misma esquina me detuve a llorar, con las rodillas contra mi pecho, arruinando el poco maquillaje que llevaba. Me sequé una de las lágrimas que se acercaba peligrosamente a mi boca y suspiré. Nadie podía oírme. En la misma esquina donde antes te estaba besando hasta quedar los dos sin respiración, mirándonos a los ojos, sonriéndonos, frente con frente, ambos con la respiración agitada, me mordía los labios, sabía que eso te encantaba, queriendo comernos mutuamente. Qué curioso, en esa misma esquina, ahora lloraba. Gracias, gracias por arrancar una parte de mí.