En la oscuridad.

Comparaba cada lágrima con un cuadro roto. Estaría destrozando el arte si seguía así. En esa misma esquina me detuve a llorar, con las rodillas contra mi pecho, arruinando el poco maquillaje que llevaba. Me sequé una de las lágrimas que se acercaba peligrosamente a mi boca y suspiré. Nadie podía oírme. En la misma esquina donde antes te estaba besando hasta quedar los dos sin respiración, mirándonos a los ojos, sonriéndonos, frente con frente, ambos con la respiración agitada, me mordía los labios, sabía que eso te encantaba, queriendo comernos mutuamente. Qué curioso, en esa misma esquina, ahora lloraba. Gracias, gracias por arrancar una parte de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario